domingo

Una publicidad que emocione.

No neguemos que todos, incluso nosotros que estudiamos esto, apreciamos y valoramos de sobremanera, la magia y fantasía de la buena publicidad.

Muchas veces, nos sentamos en un sillón, prendemos la televisión y notamos que cuanto más dura es la realidad, más buscamos un refugio de fantasía en lo que observamos.

Necesitamos adornar de magia e impacto lo que presenciamos, como si acaso la realidad no fuera ya suficientemente impactante.

A menudo discutimos acerca de que tan efectista se debe llegar a ser, o que tanta emoción es posible llegar a evidenciar.

Que herramientas son necesarias y cuales son una exageración. Pero a decir verdad, todo aquello, es en el trabajo previo, por que una vez que obtenemos el resultado, y este transmite una emoción palpable, todo lo anterior se transforma solo en opiniones, muy subjetivas por cierto.

¿Si es más o menos exagerado? Eso quedará a criterio de quien lo observa, e incluso si este aviso llegase a ser molesto, ya habrá causado el efecto esperado.

No todo es para todos, lo hemos dicho antes, pero, lo esencial es que todos lo vean.

Detrás de los productos en venta, de la manera en que se exponen o exhiben, existen mentes creativas, que se las arreglan magistralmente para nutrirnos de ese algo de sustancia y emoción humana, ante la mera superficialidad de un producto que espera ser preferido por sobre el resto y comprado.

No será extraño ver en la televisión un anuncio que retrate de una manera natural y cercana la emoción de ser parte de una sacrificada carrera, en donde hasta un anciano puede correrla, no importando en absoluto el lugar en que llegue, sino la satisfacción más pronta de haber cumplido, y que aquello sea objeto de admiración por esa persona que tanto importa.

Lo que nos moverá finalmente a seguir observado esa escena es creer que podemos ser nosotros quien estamos participando de tan cinematográfico suceso. Y aquello nos moverá a creer que aquel producto lo entiende.

Podemos tal vez nunca correr la maratón, pero las imágenes observadas y las sensaciones que nos produjeron, sí nos pertenecen, y eso se agradece.

Nos regalan un sueño, una aspiración e incluso para algunos, por que no decirlo, un motivo para seguir viviendo.

Por mucho que hoy en día todo sea filtrado de acuerdo con las exigencias del poderoso mercado, la creatividad publicitaria debe ingeniárselas cada vez más, para dejar su cuota de amor, honestidad y responsabilidad social en nuestras mentes de tal forma que nos provoque así mismo necesidades y anhelos en nuestras vidas de la manera más real y confiable posible.

Entonces diremos que hemos logrado nuestro trabajo.